martes, 10 de enero de 2012

Exclusividad de las ranas

Yo nunca tuve miedo a las ranas. De hecho las encuentro bastante exclusivas en relación con otros animales. Los perros y los gatos se parecen un poco. Pero la rana no se parece absolutamente a nadie más que a sus propias congéneres. Cuando estaba en el preuniversitario el baño del albergue era un verdadero criadero. Recuerdo que algunas veces, bueno casi siempre, me acostaba durante el mediodía pero no por mucho tiempo. ¡Me despertaban para que sacara las ranas del baño! Pero un día me percaté de que cuando apretaba la rana en mi mano, siempre con papel porque sin él ni muerta, las ranas salían lesionadas: Con una pata inmóvil de por vida. Me daba tanta tristeza que trataba de no presionarlas, pero por temor a que se escaparan tenía que apretarlas y un día… una se escapó y la gritería fue enorme. Tanta, que incluso entró el profesor de guardia a ver lo que pasaba. Entonces descubrí que las ranas pueden oler el miedo. Cuando uno les va con miedo enseguida saltan. Y así pasa a veces en la vida con los problemas. Hay que enfrentarlos sin miedo, porque si uno no los enfrenta la cosa se pone peor y después la gritería (el tormento) es tan grande que vienen otros, como aquel profesor de guardia, a ver qué es lo que pasa.